viernes, 22 de enero de 2010

LA MUERTE EN EL JUDAISMO, HINDUISMO Y LA CULTURA INDÍGENA.

CAROLINA OROZCO

C.I: 17.706.653

CONCEPCIÓN DE LA MUERTE EN EL JUDAISMO, HINDUISMO Y LA CULTURA INDÍGENA.

El ser humano con el devenir de los años a presentado inquietudes con relación al fenómeno de la muerte, visualizándolo como un hecho trascendental que pone punto final a la vida, esto suscita que en el ser humano las más profundas reflexiones y preguntas, a las cuales la humanidad ha intentado dar respuesta a través de un sinfín de creencias y sistemas filosóficos; las cuales dependiendo del tipo de religión se van constituyendo o adoptando una concepción de la muerte sustentada en textos sagrados, con en conocimientos adquiridos generación tras generación.

A medida que el ser humano se va adentrando cada vez más a la vejez le empieza a retumbar en su cabeza ciertas inquietudes con relación a la muerte incrementándose continuamente cuando se muere un ser querido o algún allegado. Dándole paso a un infinidad de preguntas de ¿cómo es la vida después de la muerte?, ¿Porqué él o ella?.

La concepción de la muerte según los judíos es necesario denotar que para hablar de la muerte se debe entender la visión de la vida antes que nada es por ello que según la Biblia específicamente en el Libro de Eclesiastés se expresa que “Todo tiene su tiempo y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora. Tiempo de nacer, y tiempo de morir…” es decir los judíos están claros que antes de morir tienen que seguir un ciclo natural de la vida aunado a un proceso de comprensión donde la muerte forma parte de este proceso natural al cual se deben adecuarse conociendo que Dios es el creador de la vida y la muerte; asimismo en el texto talmúdico se reseña que el fin del hombre se denomina con la muerte.

Para los hindúes la muerte la visualizan desde una connotación negativa ya al guiarse por un sistema filosófico de creencias y encontrar encontrarse enraizado dentro de su dogma la reencarnación, los practicantes de este tipo de religión consideran que la vida en la tierra está integrada al sufrimiento, es por ello que buscan alcanzar un estado óptimo de conciencia mediante el cual el alma no necesite reencarnar más en ningún cuerpo físico.

Para comprender la concepción de la muerte de las comunidades indígenas es necesario conocer un poco de sus creencias en cuanto a lo sagrado, la vida psíquica y de todos los elementos que lleven a formar una especie de concepto de lo que para ellos era la muerte, lo que significaba y lo trascendental que llegó a ser.

Para los Warao, la muerte ocurría por causa de grandes fuerzas que ellos consideraban sobrenaturales o sagradas, que actuaban dirigidas por personas de la misma tribu que mayormente eran ancianos y que a su vez podrían tener cargos políticos dentro de la comunidad.

JUDAISMO:

En el judaísmo la muerte se concibe como la separación del alma y el cuerpo, no ya como una de las consecuencias del pecado original, sino como el fin natural de la vida y el paso de este mundo a otro.

La creencia en una vida de ultratumba, más allá de esta estancia terrenal, da lugar al cumplimiento de diversos ritos y ceremonias por parte de los familiares del difunto. Antes de que se produjera el fallecimiento del ser querido, el moribundo era confortado por el rabí (maestro) , quien le dirigía en la realización de los actos de arrepentimiento y en la recitación de oraciones como el Shemah Yisra'el (primeras palabras y el nombre de una de las principales plegarias de la religión judía en la que se manifiesta su credo en un sólo Dios).

Una vez producido el fallecimiento se cerraban enseguida los ojos del cadáver, con el fin de evitar que si seguía divisando el mundo terrenal pudiera tener dificultades para discernir el más allá.

El cadáver del difunto debía ser cuidadosamente lavado, conforme a unos usos y prácticas consagrados por la tradición, ya que la muerte era considerada por los judíos como causa de un alto grado de impureza; todo lo que entraba en contacto con el cadáver se tornaba, asimismo, impuro.

Por esta razón, el lavatorio de los cadáveres estaba minuciosamente reglamentado: orden que había de seguirse en el lavado de las distintas partes del cuerpo, número de abluciones, cantidad de agua que había que emplear, versículos bíblicos que había que recitar, etc. Asimismo, se procedía a afeitar el pelo y el vello y a cortar las uñas del difunto, pues el Talmud los considera elementos impuros.

Ya en el cementerio el cadáver era enterrado en una fosa con o sin ataúd, dependiendo de las comunidades, siendo los judíos más inclinados a enterrar a sus muertos directamente sobre la tierra, en la convicción de que el cuerpo debe volver o descansar directamente sobre la materia del que fue formado.

En el caso de enterramiento con ataúd existía la costumbre de colocar un poco de tierra virgen bajo su cabeza. La posición que adoptaba el cadáver sobre la fosa era horizontal orientada hacia el oeste, la cabeza y los pies hacia el este; de manera que al resucitar el Día del Juicio Final lo primero que haría sería dirigir su vista hacia Jerusalén.

Entre los judíos se prohibido la cremación de los cuerpos por considerar esta práctica contraria a la creencia de la resurrección de la carne.

Concluida la ceremonia del enterramiento se iniciaba el luto de los familiares más cercanos al difunto. Este luto oficial solía durar un año durante el cual el familiar más cercano debía recitar el quaddish (padre nuestro) todos los días por el eterno descanso del alma del ser querido. Al cumplirse el año se colocaba una losa de piedra sobre la tumba del difunto en la que se grababan algunos versículos bíblicos.

Para el judaísmo sin embargo, cuanto menor sea el tiempo que transcurre entre la muerte y el entierro, es mejor. El judaísmo considera que la vida y la muerte son fenómenos reales, pero trata de llevar al hombre al equilibrio adecuado en ambos elementos, por lo cual se hace necesario diferenciar con la mayor celeridad posible entre los vivos y los muertos.

HINDUISMO

Dentro de la complejidad cultural del hinduismo, existen una serie de darshana o puntos de vista, que el individuo puede adoptar. Los más notables son el vedanta, basado en las doctrinas de los Upanisad, un conjunto de escritos poéticos; y el yoga, una forma de meditación que se considera nativa de la India. Tanto el vedanta como el yoga se ocupan de la liberación del mundo, considerado como una ilusión de realidad.

El vedanta y el yoga no suelen enseñarse a los niños, como se hace con las Escrituras y las creencias de una religión como el cristianismo, sino sólo a los adultos ya disciplinados en los caminos de la sociedad. Estos caminos implican renunciar en concreto a la propia identidad, abandonar la tarea de mantener las obligaciones sociales y prepararse para morir, y esto se explica porque la muerte, cuando le llega a una persona que todavía cree que es un individuo aislado, se considera una calamidad.

El hinduismo imaginaba 21 infiernos que formaban parte de un ciclo sin fin de transmigración de almas. Las consecuencias de las acciones mortales conducirán a los pecadores a reencarnarse en el infierno, donde les atormentarán los demonios hasta que hayan purgado sus pecados y queden libres para reencarnarse en un orden superior.

En Oriente, la creencia en el alma humana es crucial en varios sistemas filosóficos y religiosos. Así, por ejemplo, a comienzos del hinduismo el alma (atmán) estaba considerada como el principio que controla todas las actividades y define la identidad de uno y su conciencia. Las obras filosóficas hindúes, los Upanisad, identifican el atmán con lo divino (Brahman), añadiendo una dimensión eterna al alma. Vinculado estrechamente a ello, el alma humana es atrapada en el ciclo de la reencarnación hasta que alcanza la purificación y el conocimiento se funde de nuevo con la realidad última.

Según el hinduismo popular moderno, el estado en el que renace el alma está predeterminado por las buenas o malas acciones (karma) cometidas en anteriores encarnaciones; las almas de los que hacen el mal, por ejemplo, renacen en estados inferiores (como animales, insectos, y espíritu de los árboles). Por último, la liberación de samsara y karma se consigue después de la expiación de las malas obras y el reconocimiento de que el alma individual (atmán) y el alma universal (Brahman) son idénticas.La preocupación del hindú no es la muerte. Desde su nacimiento, la muerte para él no es un término. Él va a renacer en otro lugar y lo importante es interrumpir la cadena de los renacimientos. Desde siempre, él pertenece a la eternidad. Él es una manifestación de lo divino. Desde su nacimiento, es un ser extraño al mundo. Tiene ya una preexistencia, ya ha existido de alguna manera, y cuando él desaparece, no hay paso del ser a la nada.

El hindú no alcanza la omnipotencia ni consigue que la historia acontezca por la dominación violenta; él lo hace mediante el desinterés y la resistencia pasiva. La verdadera realidad está en otro lugar. La renuncia se sitúa más allá de la muerte.

LA CULTURA INDIGENA

La concepción de la muerte de las comunidades indígenas del Orinoco es necesario conocer un poco de sus creencias en cuanto a lo sagrado, la vida psíquica y de todos los elementos que lleven a formar una especie de concepto de lo que para ellos era la muerte, lo que significaba y lo trascendental que llegó a ser. Al estudiar el aspecto sagrado se coloca de ejemplo a la comunidad de los Warao, los cuales se encontraban ubicados en el delta del Orinoco y tenían fuertes creencias mágico-religiosas con respecto a personajes y elementos sagrados. Para los Warao, la muerte ocurría por causa de grandes fuerzas que ellos consideraban sobrenaturales o sagradas, que actuaban dirigidas por personas de la misma tribu que mayormente eran ancianos y que a su vez podrían tener cargos políticos dentro de la comunidad. 1

Los Warao sostenían que esas fuerzas sobrenaturales eran las que causaban las enfermedades, que estas fuerzas estaban contenidas en elementos de la naturaleza, piedras, árboles, y mediante su uso era que se producía la muerte o se podían curar enfermedades porque estas fuerzas no eran solo malignas. Cada fuerza sobrenatural tenía una persona que la dominaba según los Warao.

“…El wisidatu, llamado también wisiratu por los indígenas del delta central, es el especialista en hebu, el hoarotu en hoa y el bahanarotu en hatabu. Estos individuos asumen dentro de la sociedad Warao el papel de curanderos.” 2

Hebu, hoa y hatabu representaban las fuerzas sobrenaturales pera los Warao, los cuales sembraban miedo porque ellos decían algunas veces que estas fuerzas los asechaban y les perseguían para causarles mal, pero eso tenía su contraparte porque habían fuerzas que generaban confianza ya que estos servían de curanderos ante cualquier enfermedad o peligro.3

Estas creencias en lo sobrenatural y sagrado podría ser una forma en que los Warao veían la muerte, ya que para ellos la muerte está relacionada con estas fuerzas, perciben un culpable, tienen la idea de que ello produce la muerte, y acuden a estas para salvarse en algunos casos.

Las culturas del Orinoco se caracterizan por poseer distintas formas de expresar el sentimiento causado por la muerte, o dicho de otra manera, con la interrupción de la vida, ya que estos creían en la inmortalidad del alma, y aunque se despedían del cuerpo físico mantenían la convicción de que seguía viva una parte de la persona. Estas formas expresivas iban señaladas primeramente por la expresión de dolor mediante el llanto, el cual era el primer factor que indicaba que un indígena había muerto ya que al instante arrancaban a llorar muy sentidamente por la pérdida. Al respecto Gilij comenta:

“ …Enseguida que son privados de la vida el padre, la madre, los hijos, el marido, o cualquier otra de las personas queridas, prorrumpen en griterío y en llantos increíbles(…) Apenas expirado un pariente, se amontonan las mujeres en torno al muerto, y unas batiendo palmas, otras golpeando, como para reanimar el difunto, la red en que yace, lloran inconsolablemente.” 4

Según Gumilla, inmediatamente que moría un enfermo o alguien de una tribu se sabía porque comenzaban a llorar desesperadamente, recordando las hazañas del difunto, pero lo que nos demuestra más claramente que la muerte se ampliaba a un ámbito colectivo y no sólo al dolor de los parientes era cuando el muerto era alguien resaltante en la tribu, un cacique o personaje distinguido dentro de los demás, ya que los ritos mortuorios y el entierro eran distintos al de cualquier integrante de la comunidad. De acuerdo a lo expuesto por diversos cronistas los caribes tenían una forma muy particular de hacer el ritual de sus caciques, en el cual se percibe un acto de trascendencia colectiva, donde con sus medidas utilizadas en el ritual expanden o hacen notar ante el resto de la población la muerte de un personaje importante de su comunidad, y el siguiente rito nos lo deja más claro.

“Las exequias de los Caribe a sus hombres notables y capitanes era como sigue. La invitación consistía en una vara gruesa, pintada de onoto, lisa, derecha, empinada, provista de varias traviesas en forma de cruz pontifical y de cordones sujetos a éstas y terminados en borlas de plumas de vario color. Esta vara clavaban frente a la casa, a diez pasos de la puerta; y en los caminos que al pueblo daban ponianlas también para aviso de los transeúntes.” 9

De la presente cita se puede señalar la forma de enaltecer y hacer señalar la muerte de alguien importante dentro de una comunidad indígena, rindiendo culto con plumas lo cual indicaba que aspiraban la libertad del alma, y dejando huellas de donde estaba el cadáver, para de cualquier manera hacer el acto más público y trascendental. Mas allá de querer hacer notar el acto estaba el rendir culto a una especie de autoridad, la cual ya en la mentalidad indígena representaba algo distinto y con cierto carácter de superioridad, lo cual indicaba estratificación social donde estos personajes ocupaban el lugar más privilegiado y por ello recibían esta especie de honores en sus funerales.

Cada tribu tenía una forma muy particular de realizar sus rituales, unos abandonaban los cadáveres, otros los enterraban y luego desenterraban y otros los cremaban o introducían restos en las cuevas o agujeros entre rocas. Las creencias eran muy diversas y en algunos casos podía decirse que se percibía una especie de canibalismo, pero ese fue un concepto utilizado por los pensadores más recientes para analizar el consumo de los difuntos que, en algunos casos, tenían las tribus indígenas. Las formas en que los indígenas realizaban los rituales de entierro y exhumación y las intenciones con que lo hacían eran muy diversas. Por ejemplo los Piaroa tenían una forma muy particular de tratar a sus difuntos, léase la siguiente cita:

“…Los que entre ellos mueren, los amortajan en el chinchorro, y bien envueltos en cáscaras de palo, los meten entre los huecos de las piedras, y cuando ya está consumida la carne, entierran los pelados huesos…” 10

Los Piaroa y los Otomacos al momento de enterrar a sus muertos les colocaban comida; en el caso de los otomanos, pan y chicha, decían que era para el descanso del alma, y luego al año sacaban las calaveras y las metían en concavidades entre rocas.11

La variedad en los ritos era muy amplia, otros grupos indígenas luego de exhumar los restos de un cadáver los colocaban en cestos y los guindaban dentro de las chozas, otros luego que cremaban los huesos de los difuntos se tomaban la ceniza con cualquier bebida.

Todos estas formas de realizar los rituales por parte de los indígenas evidenciaban el dolor, el respeto, y la creencia en la inmortalidad del alma, estos ritos nos hacen percibir el gran lazo que une al indígena con la naturaleza, con el medio en el cual ha vivido y en el cual ha creado, ejecutado y mantenido su alto nivel de creencias.

CONCLUSIÓN

La cuestión de si el hombre sobrevive a la muerte se nos muestra hoy muy lejana; y por una sencilla razón: porque no podemos darle contestación alguna.

Por ello creo que debemos apartarnos de este interrogante y cuestionarnos lo que se viene entendiendo por ser humano, ya que si el hombre posee un componente que sobrevive a la muerte de su cuerpo, éste ha de ser investigado con métodos diferentes a los que acostumbramos a usar para investigar la naturaleza, puesto que tal componente parece que escapa a la mayor parte de las leyes conocidas de la física.

BIBLIOGRAFÍA

ALVARADO, Lisandro, Datos etnográficos de Venezuela. Caracas, Biblioteca venezolana de cultura, 1945, P. 412

ARELLANO, Fernando, Una introducción a la Venezuela prehispánica. Caracas, Universidad Católica Andrés Bello, 1986, P. 881.

GILIJ, Felipe, Ensayo de historia americana. Caracas, Petróleos de Venezuela, 1992, tomo II, P. 267.

GUMILLA, José, “Escritos varios”. Caracas, Academia Nacional de la Historia, 1970. P. 340.

GUMILLA, José, El Orinoco ilustrado. Bogotá, Editorial ABC, 1944, tomo I, P. 358.

RIVERO, Juan, “Historia de las misiones de los llanos de Casanare y los ríos Orinoco y Meta”. Bogotá, Empresa Nacional de Publicaciones, 1956, P. 435.

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